La novela Estas
ruinas que ves de Jorge Ibargüengoitia (Primera edición en Editorial Novaro,
1975) relata con sátira el costumbrismo de la élite política y cultural
del Guanajuato de los años cincuenta. El nombre de «Cuévano» aparece siempre
escondiendo la ubicación e identidad verdadera de Guanajuato en la mal llamada provincia
mexicana. El escritor renombró su ciudad natal como «Cuévano» con una mezcla intermedia
entre el sarcasmo y la mala leche.
En la actualidad, algunos guanajuatenses que descubrieron
aquella burla por parte del escritor llaman Cuévano a su terruño (empresarios
locales, tenderos, publicistas, periodistas, etcétera.) con la creencia de que se
trata de un homenaje; otros en cambio (artistas o académicos en general) saben que
tiene tintes peyorativos y lo usan para denostar el costumbrismo de la ciudad,
sin saber que forman parte de ello.
Quienes hablan siempre de Cuévano para referirse a
Guanajuato pertenecen ─aunque no lo quieran─ a esa élite cultural de la que
Ibargüengoitia se mofaba. Sin embargo, no se dan por aludidos, ─o no quieren reconocerlo─
y continúan ovacionando al autor sin darse cuenta de que banalizan la ironía inigualable
que tuvo en vida y que dejó en su obra. Ha llegado a tanto el uso y abuso de la
palabra «Cuévano» que muestran dos cosas: ignorancia o masoquismo; («¡Ay, Ibargüengoitia
nos llamó Cuévano!, ¡qué importantes que somos!» o «…jóvenes escritores nos
visitan en Cuévano para disertar sobre la cultura, el arte y la poesía con la
intelectualidad local»).
Jorge Ibargüengoitia, si estuviera vivo sin duda se identificaría
con una viñeta del dibujante catalán Jaume Perich que decía: Qué desagradable es caerle bien a la gente
que te cae mal.
