“Yo tenía una Walther .9mm en el 68. No sé de donde
salió, incluso en las cachas tenía la esvástica nazi, fue fabricada en aquella
época. Fue precisamente la noche del 2 de octubre cuando estábamos escondidos
en el departamento de una de las edecanes que trabajaban para la organización
de los Juegos Olímpicos. Me acompañaban dos sindicalistas que hacían casi como
de mis guaruras. Cuando en el edificio entraron los agentes de la Dirección Federal
de Seguridad pensamos que era mejor irnos al único lugar seguro que teníamos:
la casa del rector Barros Sierra, ─pues a través de él las autoridades del
gobierno querían hablar conmigo─. Al salir del edificio vimos que los agentes
estaban preguntando a una vecina si había visto estudiantes por ahí. La señora
nos vio, pero les negó con la cabeza; afortunadamente yo traía unos tenis que
no hacían ruido cuando caminaba y pudimos salir sin que nos vieran. En la calle
tomamos un taxi para que nos llevara hasta la casa del rector, el taxista nos
vio nerviosos. Al cruzar unas calles, detrás de nosotros apareció una patrulla
con las torretas encendidas. El taxista se asustó, pegó en unos topes, se le
abrió el maletero y se orilló… la
patrulla pasó de largo pero el taxista ya no quiso llevarnos. Uno de los que venían
conmigo llevaba la pistola ─porque decía que yo no la sabría usar─, me dijo
«¿quieres que le enseñe la pistola para que nos lleve?», le respondí que no, no
fuera a chivarse y sería peor. Tuvimos que ir caminando, escondidos entre las
sombras de la noche hasta llegar a casa del rector… Y esa es la historia de la
Walther…” Conversación sobre mi nombre, su pronunciación, y la pistola de James Bond con Marcelino Perelló Valls el 30 de diciembre de 2016
en la cantina el León de Bronce.
se te extraña Marcelí
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